Buscar Perfección en lo Imperfecto

Buscamos plenitud en fuentes que no pueden contener vida.

Leo Russo

Buscar Perfección en lo Imperfecto

Dicen que nadie es perfecto.
Y sin embargo… todos lo intentamos.


Intentamos alcanzar un ideal que siempre se escapa,

una versión mejorada de nosotros mismos

que nunca llega.


Queremos ser más fuertes,

más exitosos, más sabios, más buenos…
queremos demostrar que podemos solos,

que no necesitamos ayuda,

que el control está en nuestras manos.

Pero cuanto más corremos detrás de esa imagen,

más lejos quedamos de la verdad.
Porque en el fondo,

lo que nos mueve no es orgullo… sino vacío.

Un vacío que grita: “fuiste hecho para algo más”.
un vacío que ninguna relación, logro o posesión puede llenar.
un vacío que late en cada corazón humano

como una pregunta sin respuesta.

Y ahí es donde comienza la tragedia:
el hombre busca perfección en lo imperfecto.
Construye su valor en espejos quebrados,
busca aprobación en aplausos que no duran,
y termina agotado, con un alma llena de grietas invisibles.

Vivimos queriendo ser perfectos sin dios.
Y cuando fallamos —porque inevitablemente fallamos—,

el alma se destruye aún más.


Queremos esconder las grietas, tapar el dolor, negar la debilidad.
Pero… lo que escondemos, nos ata…

y lo que entregamos, dios lo sana.
porque solo cuando reconocemos

nuestra fragilidad, él muestra su fuerza.

No… la perfección no está en el que nunca se equivoca,
sino en el que hace todo bien,

incluso cuando nosotros lo hacemos mal.
La perfección no está en el que no sufre,
sino en el que puede dar propósito al dolor.
La perfección no está en el que nunca pierde,
sino en el que transforma las pérdidas en redención.

El hombre busca completarse con lo que cambia,
pero solo en aquel que no cambia… hay plenitud.
Todo lo demás se quiebra:

los sueños, las promesas, las fuerzas, los cuerpos.
Solo hay uno que no falla, no se corrompe,

no se agota y no necesita nada para ser perfecto.

Y eso… cambia todo.
Porque si Dios es perfecto,

entonces su Amor no tiene fisuras,
su Justicia no comete errores,
su Sabiduría no se equivoca,
y su plan no tiene huecos.
Nada lo toma por sorpresa,
Nada lo hace dudar,
Nada lo deja incompleto.

Y lo más impresionante es esto:
esa perfección no lo hace lejano…

lo hace confiable.
Su perfección no lo separa del hombre…

lo acerca al que ya no puede más.
Su perfección no lo convierte en un juez frío…

sino en un Padre que restaura.

Así es él: Perfecto en Amor, Perfecto en Poder,

Perfecto en Paciencia, Perfecto en Fidelidad.
Todo lo que toca, lo completa.

Todo lo que comienza, lo termina.

Todo lo que promete, lo cumple.

Y si te sentís cansado de fallar, de intentar, de aparentar…
escuchá esto:

no necesitás ser perfecto, necesitás conocer al perfecto.
Porque en él, lo quebrado encuentra forma.

Lo vacío se llena.

Lo perdido se halla.

El mundo te dirá que sos demasiado imperfecto para acercarte a Dios.
Pero la verdad es que solo los imperfectos pueden conocerlo de verdad.
Porque donde nosotros no llegamos, él llega.

Donde nosotros terminamos, él empieza.

Y ahí, justo en ese punto donde se acaban tus fuerzas,
donde se caen las máscaras, donde no queda nada más por ofrecer…
Ahí es donde su perfección brilla más fuerte.
Porque Su Poder se perfecciona en la debilidad.

Y cuando lo descubrís, ya no necesitás correr detrás de una ilusión.
Podés descansar.
Podés respirar.
Podés ser libre.

Porque conocer la perfección de Dios no te hace intocable…
te hace completo.
Y cuando lo conocés a él, descubrís que nada te falta.

Por todo esto y por mucho más

podemos estar seguros y confiados

de que la vida es mejor cuando

ELIJO CREER en la Perfección de Dios.