Cambiando la Justicia por Conveniencias
Hoy, los juicios más severos no están en los tribunales, sino en las redes, en los comentarios, en los corazones. Se condena sin pruebas y se absuelve sin arrepentimiento.


Cambiando la Justicia por Conveniencias
Cada quien decide lo que está bien o mal, como si el corazón fuera una brújula confiable, olvidando que muchas veces esa brújula apunta hacia el ego, no hacia la verdad.
Todos tienen algo que decir… pero pocos se detienen a escuchar.
El hombre ha levantado su propio tribunal.
Hemos creado un sistema de juicio
donde nosotros mismos: dictamos las leyes,
defendemos el caso y damos el veredicto.
Decimos cosas como por ejemplo:
“Yo no soy tan malo”
“no necesito que nadie me diga lo que está bien”
“Dios entiende mi manera de ver las cosas”.
Pero… ¿qué pasa cuando el juez (en este caso nosotros)
se convierte en acusado y no lo sabe?
Hoy, los juicios más severos
no están en los tribunales, sino en las redes,
en los comentarios, en los corazones.
Se condena sin pruebas y
se absuelve sin arrepentimiento.
El ser humano exige justicia cuando lo hieren…
pero clama por misericordia cuando falla.
Y en esa contradicción nos lleva a descubrir que…
queremos ser jueces, pero no ser juzgados.
Por otro lado… hay un Trono que no cambia con
las encuestas ni con la opinión pública.
Un Trono que no se levanta por mayoría,
ni se derrumba por olvido.
Y Aquel que está sentado allí,
no mira lo que aparenta el hombre,
sino lo que esconde su corazón.
Él no juzga por rumores, sino por verdad.
No se deja impresionar por obras externas, porque conoce la intención detrás de cada decisión.
El problema no es que Dios juzgue…
El problema es que hemos intentado reemplazar Su justicia con nuestra conveniencia.
Nos hemos vuelto arquitectos de excusas, justificando el pecado con nombres nuevos:
ya no se llama mentira, sino “versión personal”;
ya no se llama egoísmo, sino “amor propio”;
ya no se llama pecado, sino “error humano”.
Y mientras más redefinimos lo malo,
más nos alejamos del Dios que define lo bueno.
Nos acostumbramos a vivir con doble fondo,
con una apariencia moral arriba…
y con intenciones ocultas debajo.
Pero todo lo que hoy se oculta,
un día será revelado.
Todo lo que hoy se disfraza,
un día será expuesto a la luz.
Y cuando eso suceda,
nadie podrá decir “no lo sabía”,
porque Dios ya nos habló…
y aún seguimos discutiendo Su veredicto.
Tal vez el mayor engaño de nuestro tiempo
sea creer que no habrá juicio,
que todo termina aquí,
que la vida es un ciclo sin consecuencia.
Pero hay un día señalado, un tribunal invisible preparado desde antes del tiempo,
donde cada pensamiento, palabra y acción serán pesados con justicia perfecta.
No con la vara de la comparación, sino con la medida de la verdad.
Y ahí… no habrá argumento que valga, ni silencio que oculte.
El juez será justo.
El veredicto será verdadero.
Y el amor… será tan real,
que incluso en el juicio ofrecerá gracia.
Porque el propósito del juicio no es destruir,
sino revelar:
mostrar que la justicia de Dios
es la base de Su misericordia,
y que quien hoy se humilla ante el Juez…
mañana se levantará absuelto por el Salvador.
Por todo esto y por mucho más
Podemos estar seguros y confiados
De que la Vida es mejor cuando
ELIJO CREER en la El Juicio de Dios
