La Fábrica de Sonrisas

El ser humano se ha vuelto un artesano de su propia mentira: fabrica sonrisas para no enfrentar el vacío, inventa razones para no mirar hacia arriba, disfraza su cansancio con rutinas que prometen felicidad y solo entregan falsas ilusiones.

Leo Russo

5/8/20242 min read

La Fábrica de Sonrisas

Nunca hubo tantas caras sonrientes…

y al mismo tiempo, tantos corazones apagados.

En la época que estamos viviendo

todo parece brillar… pero casi nada ilumina.
Las pintorescas risas se publican,

los fuertes abrazos se filtran,

y las emocionales lágrimas se editan..

antes de mostrarse.

Nos enseñaron que ser felices es el objetivo de la vida.
Que si duele, hay que evitarlo;

si cuesta, hay que cambiarlo;

y si aburre, hay que descartarlo.
Y sin darnos cuenta,

construimos una cultura donde

el placer manda y el alma obedece.
Una sociedad que confunde

la emoción con la plenitud,

el ruido eufórico con la vida,

y la distracción con la paz.

Hemos convertido la alegría en una mercancía:
la vendemos, la compramos, la medimos en likes

y en minutos de dopamina.
Cada notificación nos da un pequeño shock de “bienestar”,
cada silencio nos produce abstinencia.
Somos expertos en sentir…

pero analfabetos en permanecer.
Y mientras corremos detrás de lo que nos hace sonreír,
nos alejamos de aquello que podría darnos verdadero gozo.

El ser humano se ha vuelto

un artesano de su propia mentira:

fabrica sonrisas para no enfrentar el vacío,
inventa razones para no mirar hacia arriba,
disfraza su cansancio con rutinas

que prometen felicidad y solo entregan falsas ilusiones.
Y lo más trágico es que nos acostumbramos a vivir así.
Nos acostumbramos a no sentir nada profundo,
a no detenernos,
a no buscar más allá del momento.

Pero hay una pregunta que ninguna

pantalla puede responder:
¿por qué, si lo tenemos todo,

seguimos sintiendo que falta algo?
¿Por qué la felicidad se nos escapa justo

cuando creemos haberla alcanzado?

Quizás sea porque la alegría

que tanto buscamos no se fabrica… se recibe.
Porque no nace del logro ni del aplauso,

sino de la verdad.
Esa verdad que no se negocia,
que ama la justicia y aborrece la mentira,
que no se alegra del mal, sino de la verdad.
Una alegría que no se compra ni se vende,
porque tiene su origen en un Dios

que se complace en lo bueno, se goza en lo recto,
y encuentra deleite en ver

al ser humano volver a Él.

Esa es la Alegría de Dios:
una alegría que no necesita filtros,
que no teme al dolor,
que permanece aún en medio de las lágrimas,
porque su raíz no está en la emoción, sino en la redención.

Hoy, te invito a detenerte…
a apagar el ruido por un momento,
a soltar las sonrisas prestadas

y escuchar el silencio que grita dentro tuyo.
Tal vez ahí, en ese espacio

donde el mundo deja de hablar,
descubras la voz de Aquel

que canta sobre ti con alegría,

que goza al verte volver,
y que te ofrece algo que nadie más puede dar:
un gozo eterno, nacido de Su justicia perfecta.

Por todo esto y por mucho más

Podemos estar seguros y confiados

De que la vida es mejor cuando

ELIJO CREER en la Alegría de Dios